No
es una elucubración mental mía. Sigan leyendo y podrán comprobar que lo que les
digo es cierto: tenemos una nueva raza
entre nosotros desde hace años y se está extendiendo a un ritmo vertiginoso.
Seguro que tras unos minutos de lectura se dará cuenta de su existencia, o tal
vez, en su fuero interior, se reconozca
como uno de ellos…
Este
ser no es nada novedoso, ni ha surgido de la nada, ni por generación
espontánea. Se puede decir que más bien ha surgido como consecuencia de las condiciones laborales, profesionales,
personales, sociales y económicas que nos fustigan desde hace un tiempo.
Se
puede encuadrar en esta categoría de la
humanidad a ese nutrido grupo de personas que se caracterizan por la queja perpetua por la nefasta situación
en la que nos encontramos los médicos, y los de familia en estado superlativo.
Pero lejos de actuar, toman su razón de ser en la inactividad y en la retahíla
continua de queja, pena, resentimiento, desazón y apenumbrar perpetuo.
Tienen
su máxima expresión y gozan de mayor
visualización en aquellos momentos de más calma como son tomar café,
compartir un pequeño descanso o cuando surge una nueva incidencia negativa.
Pueden manifestarse especialmente incluso en micro-encuentros que acontezcan en
pasillos, ascensores o huecos de escaleras en las que ese mini-parón o impasse
haga detectar un elemento negativo acontecido y por tanto, terreno abonado para
su expresividad desaforada.
Si quieres no verlos, tan solo tienes que ir a reuniones de trabajo
para tomar decisiones y mojarse en público, donde se deben aportar iniciativas
novedosas, en reuniones para revisiones económicas de entidades públicas como
colegios o asociaciones profesionales, concentraciones reivindicativas con
llamadas de atención ante nuestra nefasta situación.
Hacen
de la queja y de la inactividad su
razón de ser y esta combinación perfecta es lo que los hace más lesivos para
todos. Son un lastre y una rémora perpetua con la que debemos de transcurrir en
nuestro viaje.
Pero
uno de sus mayores peligros es la facilidad
con la que se extienden y fagocitan los pequeños focos de actividad, además
de su gran capacidad de extenderse. Se postula incluso que dentro de su
fisiopatología haya una posible etiología de base viral o incluso priónica.
Puede que incluso ya haya personas genéticamente predispuestas a los que tan
solo una mínima “carga viral quejumbrosa” ya les induzca al cataclismo
emocional que les decanta por un buen Queja-Sapiens. En ellos se ha podido
aislar una sustancia que es la que induce la expresividad del cuadro: la Quejumbrina Perpetuis.
Pero
no vamos a abogar por ser postulantes también de su fisiopatología con este
artículo, sino que vamos a contrarrestar su incidencia con buenos y demostrados
tratamientos. Son todos ellos de fácil y de muy económico acceso, llegando
incluso casi a la categoría de medicamento básico para sanitarios en general,
médicos en particular y médicos de familia en especial. La pertenencia a
colectivos de liderazgo ejerciente y operativo es su tratamiento y su perfecta
profilaxis, pues su efecto letal y anulador sobre la Quejumbrina ha sido más
que constatado en recientes investigaciones llevadas por las asociaciones Basta Ya a nivel autonómico y nacional.
Así
que si te analizas como afectado por esta nueva entidad nosológica o te
identificas como un Queja-Sapiens en toda regla, y deseas poner fin a todo ese sufrimiento endógeno, puedes ponerte en
contacto con tu asociación Basta Ya más próxima, crearla si no la tienes cerca
o bien luchar en tu Colegio Profesional para tomar la iniciativa de poder
actuar de forma efectiva, mantenida, decidida y operativa frente a nuestra
nefasta situación…
Mejorar
es posible, deseable, digno de lucharse y sobre todo, digno de tenerse en
cuenta en nuestra labor diaria…
Dr. Manuel M. Ortega Marlasca
17 de febrero de 2019
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