En esta ocasión, publico un artículo que creo interesante de nuestra colega la Dra. Leni Romero (Dra. María Magdalena Romero Jiménez) y que ha sido premiada por Diario Médico en 2008 y publicada también por la revista Orobal del Colegio Oficial de Médicos de Las Palmas.
¿ESCLAVOS EN EL SIGLO XXI?
Cuando pienso en la esclavitud
sobreviene a mi mente casi inexorablemente la imagen de Kirk Douglas en la
película “Espartaco”.
Desde la época narrada en este film
hasta la abolición de la esclavitud, declarada en 1865 por los Estados Unidos,
y unos años después por España para Puerto Rico y Cuba (1880) pasaron
demasiados siglos y demasiados seres humanos dieron su vida para
defender su derecho a la libertad.
Sin embargo, en nuestros días, todos los años, aproximadamente alrededor
de un millón de personas son víctimas del comercio a través de
fronteras internacionales. Un 50 por ciento son menores de 18 años. Se calcula
que más del 70 por ciento son mujeres que serán utilizadas para esclavitud
sexual.
Según los últimos resultados del estudio presentado en Ginebra por la
Organización Internacional del Trabajo, unos 12 millones de esclavos, aunque
probablemente este número sea muchísimo mayor. Todos ellos trabajan
como esclavos modernos, en condiciones realmente atroces. Las áreas de más
riesgo son Asia y América Latina.
¿Existe también el trabajo en condiciones de esclavitud en nuestro medio?
Son
las 5 de la mañana de un día laborable, el celador me avisa: ha venido otro
paciente, es un niño de un año.
Miro el informe de urgencias, tiene un nombre originario de
países no latinos, sin embargo él y su familia son de este país.
Motivo de consulta: llanto durante toda la noche.
La abuela es quien lo trae en brazos. Es una señora de
unos 55 años, con expresión de agotamiento en el rostro. Su cuerpo menudo se
mantiene muy ágil. Viven con ella este nieto y otro de 4 años. Su hija trabaja,
tiene horarios de mañana y tarde, no los puede cuidar ahora.
Esta mujer me comenta que ha criado a 5 hijos y ya
todos viven fuera de casa. Me transmite su agotamiento...
Tuve la suerte de ser alumna del Doctor D. Antonio
Guijarro Morales en la Facultad de Medicina de Granada. Quizá, también por eso,
leí con tanta atención un artículo en el que se describía por este doctor un
nuevo síndrome: el “Síndrome de la Abuela Esclava”.
El Síndrome de la Abuela Esclava fue
descrito en octubre de 2001 como consecuencia de la observación de una síntesis
de circunstancias comunes en pacientes suyas atendidas durante décadas. Esta
patología es actualmente muy frecuente, grave y a veces mortal.
Afecta a mujeres adultas con
responsabilidades directas de amas de casa. Aparece como consecuencia de la interacción
negativa de factores personales y ambientales: estrés familiar excesivo con
insuficiente apoyo familiar y social. Son señoras que viven entregadas a sus
familias con absoluta generosidad, resignación y paciencia. Su problema
principal es que descuidan su propia salud para cuidar de la de los demás.
Dos años después, La Doctora Sunmin Lee y colaboradores, de la Escuela de Salud
Pública de Harvard, en Boston (Massachussets, EE.UU.), publicaron en una
prestigiosa revista científica americana (Am J Public Health. 2003 Nov;
93(11):1939-44) los resultados de un estudio prospectivo realizado en 54412
mujeres de 46-71 años. Comprueban que el cuidado de los nietos durante 9 o más
horas por semana aumenta el riesgo de infarto de miocardio y otros eventos
coronarios.
Las abuelas esclavas son pacientes que,
si no se diagnostican precozmente, sufrirán de molestias crónicas, durante
muchos años, recorriendo numerosas consultas médicas, servicios de urgencias y
departamentos hospitalarios sin conseguir un alivio duradero o razonable a
pesar de ensayar numerosas y variadas terapias.
Los síntomas y principales formas de
presentación de este cuadro clínico son los siguientes:
• Hipertensión arterial de difícil control, con oscilaciones muy bruscas,
aparentemente caprichosas.
• Molestias paroxísticas: sofocos, taquicardias, palpitaciones en el
cuello o tórax, dolores punzantes por el pecho, que cambian de un lado a otro,
dificultad para respirar, mareos, hormigueos, desvanecimientos.
• Debilidad o decaimiento persistentes: un cansancio extremo y
desproporcionado con sus actividades habituales actuales (en el pasado
soportaron tareas mucho más agotadoras sin sentir cansancio).
• Caídas fortuitas: las piernas no pueden sostener el cuerpo y la paciente
cae al suelo, generalmente sin perder el conocimiento.
• Malestar general indefinido, desaliento. Casi nunca se sienten
confortables, a gusto ni relajadas, sin saber definir exactamente por qué.
• Tristeza, desánimo, falta de motivación por las cosas. Ahora apenas les
divierten las gracias de sus nietos; incluso les disgusta la mera presencia de
los niños, anhelando que sus respectivas madres se hagan cargo de ellos cuanto
antes.
• Descontrol de padecimientos metabólicos, como la diabetes. Alternan unas
elevaciones alarmantes de las glicemias con descensos bruscos peligrosos,
provocando mareos e incluso coma. Las respuestas a los tratamientos son
anómalas e irregulares.
• Autoinculpación: se sienten culpables de su incapacidad
actual.
Se añade el hecho de
que también, a veces, estas abuelas tienen que cuidar a otras personas mayores
dependientes de ellas: sus propios padres o suegros.
Una de las causas evitables de este
problema es la carencia de infraestructuras para el cuidado de los hijos
próximas al lugar de trabajo de las madres y con horarios lo suficientemente
amplios como para dar cobertura a los actuales trabajos,
muchos de ellos con horarios vespertinos y nocturnos.
Igualmente habría que reforzar la red social de
cuidados a los ancianos: centros de días o personas cuidadoras que fuesen a los
domicilios, residencias de mayores...
Es necesaria la creación de guarderías
bien capacitadas, con horarios que se adapten a los de las mujeres
trabajadoras, para que las madres puedan dejar con tranquilidad a los hijos
aunque ellas tengan que trabajar en horarios no escolares.
Esto liberaría parcialmente a
estas abuelas y disminuiría la ansiedad de las mamás que no pueden atender a su
bebé o a su hijo pequeño. Algunas empresas ya lo hacen así y se ha visto el
gran beneficio que esto reporta.
La escasez de estos servicios se
une al todavía desigual reparto de las responsabilidades domésticas y
familiares
Reivindico la creación de estos recintos al lado de las grandes áreas y centros
de trabajo, que en nuestro medio serían: complejos hoteleros, áreas agrícolas,
hospitales, etc.
La reducción del número de hijos en nuestro país ha
seguido las tendencias europeas, pero de manera más tardía y más rápida, hasta
llegar al punto de que España ha tenido una de las tasas de
fecundidad más bajas de Europa, remontada últimamente por la llegada de
inmigrantes.
La mujer en el siglo pasado se incorporó totalmente al
mundo laboral de los hombres. Ahora la sociedad debería esforzarse por
compatibilizar su doble papel de madre y de mujer trabajadora, sin que ello
origine un déficit en la salud de otros integrantes de la familia.
Muy de acuerdo con esta compañera.
ResponderEliminarCreo que la sociedad le debe mucho a las mujeres. DE este siglo, del pasado y de los anteriores. Posiblemente también de tiempos venideros. Son un motor que no gasta gasolina, ni electricidad, ni ningún otro combustible fósil. llevan la energía en sí mismas y la transmiten.
Pero ni siquiera tienen derecho a una pensión "contributiva"... aunque sin su "contribución" no habrían sido posibles muchos de los descubrimientos destacados de los hombres...
Toda la razón....desde luego el que se inventó lo del sexo débil....era para darle el premio Nobel....
EliminarMe parece interesantísimo el articulo, que pone el dedo en la llaga de un problema generalizado. Cada edad requiere lo suyo y las abuelas están sometidas a un stress que tiene como consecuencia el síndrome descrito. Y lo malo es que desde los poderes públicos no se hace nada por remediar la situación y poner en marcha medidas para conciliar la vida familiar y laboral. Las abuelas tienen muy merecido el poder disfrutar de un descanso después de haber criado a sus hijos. Y...que "cada palo aguante su vela". Hay que reivindicar el descanso para las abuelas. Se lo tienen merecido. Y de sexo débil...nada. Ya quisiéramos los hombres tener la mitad de la resistencia y fortaleza de ellas.
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